martes, 24 de noviembre de 2015

AGRICULTURA ÁRABE EN ALENCIA

Desde el asentamiento en estas peculiares tierras nuestros antepasados, árabes vivieron y se acomodaron en almunias, rahals (finca rural compuesta por una o varias casas), alqueríes, barraques, o en una dumuncula (casa pequeña), llogarets y para viajeros, transeúntes y trashumantes se alojaban en alfondech (edificio que servía como hospedería y almacén), estas últimas casas por lo general se encontraban situadas junto al caminás (palabra que aún tiene vigencia en algunos lugares de la geografía valenciana). Camino grande que no dice de donde viene ni a donde va: sencillamente viene y va de norte a sur y de sur a norte. Suele aceptarse su origen neolítico.
Todos los demás caminos le son transversales, lo que indica su posterior apertura.

Aquellos primeros moradores musulmanes valencianos con esfuerzo, constancia y siguiendo los sabios consejos de los ancianos agricultores más experimentados y con un profundo conocimiento de la agricultura y la arboricultura, consiguieron transformar los marjales y terrenos baldíos de vora riu, en tierras productivas para el cultivo de arroz y canem (cáñamo). En el resto de estas fértiles huertas que todas ellas más bien parecían un frondoso vergel, con deliciosas vegas sombreadas por gran cantidad de árboles en donde sobresalían de aquella variedad de frutos, la protegida morera, en estas cuidadas huertas se cultivaban gran cantidad de verduras y hortalizas dado el consumo por la proximidad de la ciudad: en ellas nunca faltaba el agua, ya que se disponía en abundancia proveniente del bollidor o encreuament, junto al pont del anell, la antiguas acequias, entre otras las de Mestalla, Rascaña, Tormos, braç de Petra, el Goleró, braç de Rambla i braç d’Algirós, que aquellos primeros pobladores árabes proyectaron, construyeron y dejaron como patrimonio para futuras generaciones, una obra que vista por el paso de los años fue todo un portento de avanzada ingeniería para aquella época. Como queda demostrado, la agricultura y los regadíos tuvieron un gran desarrollo, y se introdujeron nuevos y variados cultivos y árboles frutales.


Nuestros antepasados musulmanes con sabiduría, y destreza, consiguieron que de forma perfecta al agua llegara hasta el último rincón de este raval. Combinaron el agua de las acequias con el caudal del río Guadalaviar, que indistintamente se servían de sus aguas para los riegos y cuando lo precisaban empleaban el cauce para realizar el eixugó (dejar sin agua los campos) operación que se realiza previamente a la plantà y a la siega del arroz que con tanta pasión se cultivaban en les terres marjalenques. Los agarenos sentían seducción por sus fértiles y bien cuidadas huertas, sus vegas y rincones umbríos, refrescados por las cristalinas aguas que discurrían por sus limpias y bien trazadas acequias, y su río, mientras que la montaña no tenía ningún atractivo para nuestros antepasados musulmanes. La abundancia de las aguas en este raval es el fundamento y principal motivo del profundo arraigo que sentían sus moradores por estas fecundas tierras.