Desde el asentamiento en estas
peculiares tierras nuestros antepasados, árabes vivieron y se acomodaron
en almunias, rahals (finca rural compuesta por una o varias casas),
alqueríes, barraques, o en una dumuncula (casa pequeña), llogarets y
para viajeros, transeúntes y trashumantes se alojaban en alfondech
(edificio que servía como hospedería y almacén), estas últimas casas por
lo general se encontraban situadas junto al caminás (palabra que aún
tiene vigencia en algunos lugares de la geografía valenciana). Camino
grande que no dice de donde viene ni a donde va: sencillamente viene y
va de norte a sur y de sur a norte. Suele aceptarse su origen neolítico.
Todos los demás caminos le son transversales, lo que indica su posterior apertura.
Aquellos
primeros moradores musulmanes valencianos con esfuerzo, constancia y
siguiendo los sabios consejos de los ancianos agricultores más
experimentados y con un profundo conocimiento de la agricultura y la
arboricultura, consiguieron transformar los marjales y terrenos baldíos
de vora riu, en tierras productivas para el cultivo de arroz y canem
(cáñamo). En el resto de estas fértiles huertas que todas ellas más bien
parecían un frondoso vergel, con deliciosas vegas sombreadas por gran
cantidad de árboles en donde sobresalían de aquella variedad de frutos,
la protegida morera, en estas cuidadas huertas se cultivaban gran
cantidad de verduras y hortalizas dado el consumo por la proximidad de
la ciudad: en ellas nunca faltaba el agua, ya que se disponía en
abundancia proveniente del bollidor o encreuament, junto al pont del
anell, la antiguas acequias, entre otras las de Mestalla, Rascaña,
Tormos, braç de Petra, el Goleró, braç de Rambla i braç d’Algirós, que
aquellos primeros pobladores árabes proyectaron, construyeron y dejaron
como patrimonio para futuras generaciones, una obra que vista por el
paso de los años fue todo un portento de avanzada ingeniería para
aquella época. Como queda demostrado, la agricultura y los regadíos
tuvieron un gran desarrollo, y se introdujeron nuevos y variados
cultivos y árboles frutales.
Nuestros antepasados musulmanes con
sabiduría, y destreza, consiguieron que de forma perfecta al agua
llegara hasta el último rincón de este raval. Combinaron el agua de las
acequias con el caudal del río Guadalaviar, que indistintamente se
servían de sus aguas para los riegos y cuando lo precisaban empleaban el
cauce para realizar el eixugó (dejar sin agua los campos) operación que
se realiza previamente a la plantà y a la siega del arroz que con tanta
pasión se cultivaban en les terres marjalenques. Los agarenos sentían
seducción por sus fértiles y bien cuidadas huertas, sus vegas y
rincones umbríos, refrescados por las cristalinas aguas que discurrían
por sus limpias y bien trazadas acequias, y su río, mientras que la
montaña no tenía ningún atractivo para nuestros antepasados musulmanes.
La abundancia de las aguas en este raval es el fundamento y principal
motivo del profundo arraigo que sentían sus moradores por estas fecundas
tierras.