Abderramán III logró sofocar las sublevaciones internas
y las incursiones cristianas. Se proclamó califa en el 929, lo que
significaba que además de dirigir el gobierno, era también la máxima
autoridad religiosa de su reino. El Califato de Córdoba fue el periodo
más brillante de la historia de Al-Andalus.
En el 976 llegó al califato Hisham II, de sólo once años. El gobierno quedó en manos de un brillante general, Almanzor. Éste realizó razias (campañas de saqueo con el objeto de recoger botín y prisioneros) y mantuvo a raya a los ejércitos cristianos.