Tras la muerte de Almanzor las luchas asolaron Al-Andalus. Así en el 1031 el califato se dividió en numerosos reinos o taifas.
Las taifas fieron hostigadas constantemente por los reinos cristianos
del norte. Para evitar los ataques, las taifas pagaban parias (tributos)
a los reyes cristianos. Los musulmanes pidieron ayuda a los almorávides, guerreros bereberes que habían formado un gran imperio en el norte de África, con capital en Marrakech.