Hace unos días compré un azulejo gótico valenciano del siglo XV, que dentro de la amplia tipología de motivos decorativos me pareció de los más “islámicos” que he observado. Es significativo que, aunque ya habían pasado tres siglos desde la reconquista de la ciudad, todavía pervivía de una forma muy evidente la influencia decorativa islámica. El mercado y el coleccionismo internacional no duda en llamar “Hispano-moresque” a la cerámica valenciana medieval, e incluso de siglos posteriores, si esta está realizada empleando la técnica del reflejo dorado o con motivos islamizantes.
La recuperación de esta loza con una clara finalidad de revival de la cerámica hipano morisca en reflejo dorado, se produjo a finales del siglo XIX con la magnífica recreación de aquellas piezas, cuyos originales se encuentran en los mejores museos del mundo, que llevó a cabo sobre todo la fábrica de La Ceramo en 1889, en las personas de sus fundadores José Ros y Julian Urgell, que se desvincularía pronto. Hasta tal punto existe esa vocación de revival que el propio edificio fue decorado exteriormente con elementos islamizantes, tal como puede observarse todavía, a pesar de estar el edificio tristemente degradado. Parecerá una noticia del NO-DO, pero conviene mencionar que fue tal la fama adquirida por la manufactura, que la mismísima Isabel Wittelbach, conocida por todos como Sisí, emperatriz de Austria, pasó por sus dependencias, adquiriendo diversas piezas para su palacio. Ese tipo de cosas que han pasado en Valencia.